El Miedo a la primera consulta

Una situación muy común en la consulta sexológica es el sentimiento ambivalente que se produce cuando el o la paciente solicitan el turno de primera vez.

Aparecen pensamientos contradictorios como "necesito consultar pero tengo miedo a lo que me diga el/la profesional", "¿y si espero más tiempo a ver si esto se cura solo?", "ya se que yo tengo un problema, pero ¿estará bien que vaya sin mi pareja?", "…a ver si todavía me complico más la vida", "no soy feliz así, pero mi pareja no quiere consultar", "¿y si me transformo en un/ sexópata y después no puedo manejar mi propio cambio?", "¿cómo hablo de esto?, me muero de vergüenza" o "quien sabe cómo será la entrevista, mejor no voy".

Estos, entre muchos otros razonamientos paralizantes, hacen que se demore en solicitar un turno con el/la especialista o que se cancele el mismo una vez pedido.

Aparecen sensaciones de ansiedad, de miedo a lo desconocido, de "entrar en un peligroso camino sin retorno", de "sentirse desleal con la pareja y con las propias creencias" y muchas veces la persona se dice a sí misma "…después de todo, si aguanté tantos años puedo seguir así, de esto no me voy a morir".

Se intentan acallar las otras voces, las que susurran "quiero mejorar mi vida sexual, tengo derecho", "esto que me pasa tiene solución", "este es un tema de salud, debo consultar", "¿cuántos años más vamos a sufrir, mi pareja y yo?", "una consulta de orientación podría ampliar mi visión del problema" o "si no me siento cómodo/a en la consulta, siempre puedo cambiar de especialista", etc.

La causa de la prevalencia del miedo y la desconfianza está en que aún hoy muchas personas no consideran a sus problemas sexuales como temas de salud. Existe aún el mito de que el conocimiento sexual es algo que "se trae de nacimiento" y que la lectura o consulta con el médico sexólogo o la médica sexóloga es algo inusual, vergonzante, casi marginal.

A veces temen compartir una situación tan íntima con alguien desconocido que pueda aconsejarlos mal, confundirlos, provocar la disolución de la pareja o que les diga que su problema no tiene solución.

En cambio lo que sucede es que, en el transcurso de la primera consulta, si ésta tiene lugar, los pacientes señalan la diferencia entre lo que ellos creían que sería la misma y lo que realmente es. Muchos expresan su alivio al poder, después de largos años despejar dudas, tabúes y miedos sin fundamento; también se permiten desahogar la frustración de haber sufrido sin perspectivas de solución durante mucho tiempo. Habitualmente surge el comentario "¡no puedo creer que yo haya postergado durante meses, por temor, esta oportunidad de solución y alivio! ¡No se qué imaginaba que sería esta consulta médica!".

La moderna Sexología Clínica hoy día tiene los recursos para dar solución a más del 90% de las disfunciones sexuales. A esto debe agregarse que muchos trastornos de la sexualidad persisten en el tiempo por falta de educación y desconocimiento de la fisiología propia y del compañero/a y ni siquiera tienen la categoría de enfermedades.

La excesiva difusión de la temática sexual en los medios, muchas veces con objetivos de entretenimiento, sin ninguna base científica, promueve ideas confusas en la gente que, a falta de otra fuente más adecuada las adopta como ciertas. Debería siempre recordarse que muchas de las publicidades de productos para la alimentación, higiene, entretenimiento, etc, no siempre representan lo más saludable y tienen propósitos puramente comerciales.

Del mismo modo en que se recurre al especialista en nutrición, al dermatólogo o al odontólogo, entre muchas otras especialidades de salud, consultar con el Sexólogo/a Clínico/a implica considerar a las propias dudas o inquietudes por la sexualidad como un tema que reviste la mayor seriedad, no como algo frívolo.

La sexualidad no es un juego, es una función importantísima que involucra nuestro cuerpo, nuestra mente y espíritu y los de la persona relacionada con nosotros. No es algo de importancia menor para nuestra salud y bienestar.

Considerarla como algo trivial, objeto de picardía o transgresión es fijar en la mente una creencia errónea que reemplaza al histórico "de esto no se habla" pero que no le permite ocupar el lugar de legítima función humana promotora de autoestima, de salud y de intimidad en la pareja.