Cuando no tenemos buen sexo, nos peleamos muchísimo.

La sexualidad cotidiana no es igual a la del cine o los videos. Imaginar que cada encuentro terminará con fuegos artificiales es creer en cuentos de hadas o para hablar de tiempos actuales, que todo lo que sucede en las películas es real.

Muchos pacientes se quejan de que, cuando los encuentros no terminan como esperaban, alguno de ellos se enoja muchísimo con el otro. Descalificaciones, silencios glaciales, venganzas sutiles y no tan sutiles en otros ámbitos de la convivencia, y hasta injurias o amenazas de buscar otra pareja, son bastante comunes. "Parece", refieren los/las pacientes, "que mi pareja sufriera una transformación y su personalidad cambiara hasta hacerse irreconocible", prosiguen; "a veces hasta me da miedo y me pregunto si es la misma persona que tanto quiero".

En el interrogatorio surgen habitualmente estas respuestas: "él/ella no me tiene en cuenta, solo se tiene en cuenta a si mismo/a" o "sabe lo que yo quiero pero siempre vuelve a su misma rutina, la cual ya no me mueve ni un pelo" o "no entiendo como, con la experiencia que dice tener y los años que llevamos no puede ser un poco más creativo/a".

También aparece el comentario: "cuando le dije que quería ir a una/un sexóloga/o me dijo que estaba mal de la cabeza, que no necesitamos esas cosas porque un extraño no puede enseñarnos lo que tiene que surgirnos espontáneamente, que sería antinatural".

La naturalidad de la función sexual surge del buen estado de salud de todos los procesos involucrados en la misma, biológicos, psicológicos, educacionales y relacionales. Solo si éstos se encuentran en buenas condiciones, la pareja puede esperar que el encuentro surga naturalmente bién, lo cual no significa espontáneamente bien.

La sensación casi constante de deseo sexual, la facilidad de excitarse, lubricarse, erectarse, tener orgasmos o controlar la eyaculación, no funcionan en "piloto automático", como muestran los videos (que no me canso de repetir, son actuaciones de actores) y no son representativos del común de los seres humanos que viven en nuestro complicado mundo, y que padecen problemas de salud, familiares, laborales, financieros o de pareja, los cuales afectan sus sistemas, nervioso, vascular, hormonal, muscular, etc., que son los factores indispensables para una sexualidad satisfactoria.

En general las parejas que practican una sexualidad inteligente, planifican cuidadosamente los encuentros transformándolos en ocasiones festivas y muy especiales, disponiendo de un tiempo, un espacio adecuado y de su propia disposición a pasar un buen momento juntos.

¿Y que podemos decir del conocimiento sexual? ¿Acaso la supuesta sabiduría sexual que algunas personas dicen tener, está basada en el conocimiento científico? Cuando aparece un problema, ¿se recurre al libro especializado, a la fuente experta, al médico especialista, o se lo reemplaza por el mito callejero ó el consejo del amigo, que por mejores intenciones que parezca tener no posee generalmente el saber especializado que puede ayudar en su solución?

Enojarse con la pareja no soluciona el problema sexual, más bien lo agrava.

En los varones suele aparecer un cuadro llamado ansiedad por el propio desempeño, que lo inhibe y da lugar a la aparición o empeoramiento del descontrol eyaculatorio, inhibición del deseo y disfunción eréctil; en la mujer, además del deseo sexual inhibido, aparece la anorgasmia y aún el vaginismo, que es la contracción involuntaria de los músculos vaginales, lo cual impide la penetración.

Surgen entonces mayores complicaciones aún, que la pareja por si misma no puede solucionar y los tratamientos entonces son más largos. Todo esto podría prevenirse con consultas anticipadas, al aparecer los primeros síntomas de alarma.

Los grandes especialistas en negociación enseñan una premisa: cuando hay problemas entre dos personas, nunca atacar a la persona, sino al problema.

Esto significa dejar de culparse y culpar al otro, sentarse ambos frente a la disfunción sexual y decidir la búsqueda de ayuda profesional (médica sexológica) con toda naturalidad, como si se tratara de un problema digestivo o respiratorio. ¿Acaso cuando este tipo de enfermedades acontece, nos culpamos o culpamos al padeciente por no saber respirar o digerir adecuadamente, a pesar de lo naturales que son estas funciones?

Y si alguien nos culpara por enfermarnos del oído o del corazón por no saber hacer funcionar estos órganos, ¿no nos parecería ridículo e ignorante de su parte?

Vivir en el mundo actual no significa solamente poseer control sobre los aparatos de alta tecnología, significa dejar atrás los mitos y tabúes de los siglos pasados y recibir también el beneficio de los avances científicos en salud. Y la sexualidad, es definitivamente, un tema de salud.



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